Queridos/as amigos/as todos/as de la comunidad San Aelredo:
Me ha puesto muy triste la situación a la que se han visto sometidos, tanto ustedes como comunidad, debido a las preciones del Vaticano. En medio de estas tribulaciones admiro el valor y coraje de ustedes de continuar con su labor, a pesar de que en las instancias de autoridad de la iglesia no hayan encontrado vientos favorables.
El Reino, mis queridos/as amigos/as, es -gracias a Dios- mucho más grande que la iglesia en tanto que estructura. Y en ese Reino, donde el único objetivo es hacer un mundo de hermanos y hermanas, en donde no haya sombra ninguna de discriminación o exclusión, el trabajo de la comunidad de san Aelredo ocupa un puesto importantísimo.
Lamento profundamente la cerrazón que ha conducido a no tener ya más este espacio en la organización diocesana de Saltillo, porque siempre que en cursos o talleres hablábamos de la posibilidad de una pastoral articulada y dirigida a personas homosexuales, nuestra mirada iba hacia ustedes. Ahora tendremos que reconocer públicamente que la iglesia oficial no ofrece un solo espacio estructural en el que las personas homosexuales puedan participar de la vida y la misión de la iglesia.
Pero esto, mis queridos/as amigos/as, ocurre solamente arriba. Los que desde aquí abajo, seamos del clero o de la comunidad laical, seguimos en esta brega de buscar mayor vida y dignidad para todas y todos, seguiremos encontrándonos en el amplio campo de trabajo por el reconocimiento y respeto a la diversidad sexual, en cuanto don de Dios y escaparate de la pluralidad y la tolerancia.
Mando a todos y todas un abrazo fuerte y cariñoso.
Raúl Lugo Rodríguez
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